lunes, 28 de enero de 2013

Paranoid Android



Recuerdo casi cada detalle. En un ágil movimiento alzó la guitarra por sobre la alargada mesa, como si pesara menos que una hoja de papel. Quizás, siempre la sentí más pesada de lo que en realidad era, pero para mí, hubiera sido imposible haber hecho un movimiento como ese.
En su rostro se esparcía esa larga y algo ridícula sonrisa, cuyos motivos que de vez en cuando la hacían brotar mientras conversábamos nunca pude descifrar. Debieran de pasar muchos meses para que me diera cuenta de que era esa sonrisa la que me ponía los nervios de punta, la que me ponía a decir tonterías y a sentir los brazos como fideos cuando estaba con él.
Con los ojos chispeando tras las delgadas gafas puso la mano izquierda sobre el mástil a la altura del octavo traste y la derecha, sobre las cuerdas delante de la caja de resonancia. Luego surgieron las delicadas y trastornadas notas, desconocidas en ese entonces para mí, perfectamente ejecutadas, como comprobaría después.
Mientras viajaban hasta mis oídos, de su rostro no desapareció la cómica sonrisa ni la chispa de sus ojos. A mi lado había otra persona, pero no recuerdo quien era, para mí en ese momento era como si ya no estuviera. La música seguía sonando y yo la recibía con curiosidad. Sentía mucha necesidad de reírme de la situación, debido a quien era él, quien era yo y de donde estábamos.
De pronto su expresión cambió. Pasó de sonreír a curvar ligeramente la boca hacia abajo y enarcó una ceja. Con una mezcla de sorpresa e incredulidad me dijo - ¡Paranoid Android! – Casi con histeria - ¿Qué? … ¿No la conoces? Respondí con una ligera risa y luego un <<No>> más suave que de costumbre (Lo que se volvería un tono recurrente en conversaciones futuras, contra mi voluntad) Hasta el momento, las notas no habían dejado de fluir, sus manos se deslizaban como autómatas. – escúchala, es de una banda que se llama Radiohead –
- La conozco – respondí sonriendo (y esperando que no me preguntara nada más sobre el asunto, debido a que en ese entonces sólo conocía una canción de ellos, <<2 + 2 = 5>> que me llamó la atención por su título) – En serio, la canción es espectacular, la mejor canción del mundo –
Sentí  ganas de reír y no sabía esta vez precisamente por qué. Me entregó mi guitarra ágilmente de nuevo con una mano. Yo la sostuve con ambas. Luego no recuerdo si pasó algo digno de escribir, sólo sé que seguramente me despedí de él, como lo hacía siempre y luego salí del laboratorio con destino a la sala de clases o a mi casa, conversando por el pasillo con la persona que me acompañaba (si es que seguía ahí)
Cuanta nostalgia me provocaría el pasillo que conducía a ese laboratorio, meses más tarde cuando se convirtiera en una sala común y corriente que serviría para albergar al exceso de alumnos provocado por la gran idea de la nueva directora de atiborrar el colegio de gente. Que nostalgia me trae ahora recordar ese alargado laboratorio de mesas burdeo fijadas al suelo y fácilmente rompibles. Fría, “¡En verano no van a querer salir de acá!”, “¿Y si juntamos plata para comprar una estufita? No es mala idea”. Con sus amplias ventanas que daban a la calle y que por las tardes dejaban entrar suavemente el sol de Noviembre provocándole sueño al 99% de la clase. Yo simplemente no podía distraerme.
Podría escribir un cuaderno entero sobre todas las palabras que hasta hoy hace eco en mi cabeza que fueron pronunciadas allí, o en la banca frente a Inspectoría, o en el pasillo frente a los bebederos camino al Casino, o en tantos otros lugares de aquel colegio que ya quedó en el pasado para mi físicamente pero no en mi corazón. Me asusta extrañar así, porque sé que no es normal y desde luego, nada correcto.
En fin, me distraje demasiado del tema principal, pero bueno, si fueran yo, me comprenderían.
Ahora se dan cuenta aún más claramente de que cada canción tiene su historia, para mi todas la tienen. Algunas son más tristes o insignificantes que otras. Pero existen de todos modos. Llegué a mi casa, descargué Paranoid Android y me obsesioné durante un par de meses. Traté de tocarla (y la toco medianamente bien, pero jamás de la manera en la que él lo hacía) Se la mostré a todas las posibles personas que podrían haberle gustado y a nadie le gustó, para mi sorpresa. Así que ahora la canción es mía. Y bueno, suya también.
Nuestra.