Sábado por la tarde y miro el reloj... son las 4 de la tarde recién.
¡Recién! Y yo sólo necesito verla.
Necesito estar con ella ahora. Una sensación sofocante me aprieta el pecho y mi corazón trota acelerado, como si caminara en círculos cada vez más desesperado. Respiro profundo pero cada célula de mi cuerpo me está diciendo que no voy a poder resistir hasta el lunes sin verla de nuevo.
Ayer sus ojos me miraron para despedirse aunque bajaba la mirada ante mi sonrisa segura, que escondía mi típico nerviosismo intenso que nadie conoce, porque he aprendido el arte de fingir seguridad ante los demás.
Revivo sus rasgos y sus gestos tímidos... ¿Podría ser que ahora ella misma estuviera pensando en mi con tal ahínco?
Mis pensamientos me abrazan con una fuerza constrictora y yo sólo quiero acariciar su mano para que me salve de esta tortura.
Está decidido. Saldré a buscarla.
Me abrigué, tomé mi celular y cogí mi paraguas... estaba anunciada una lluvia tremenda y además grados bajo cero.
Tomé las llaves y abrí la puerta que luego se cerró tras de mi.
Ya en la calle miré en dirección a su casa... ¿Podría aparecerme allí de improviso? ¿Sin ninguna excusa coherente?
Traté de recordar si había alguna prueba o algo que estudiar para utilizar la escusa de que quería ayudarla en algo que ella no entendiera, pero luego de revolver entre los deberes de la siguiente semana no encontré nada que me diera aquella razón ansiada. Suspiré. No tenía como aparecerme por su casa sin parecer un demente desesperado. Pero tampoco iba a devolverme, ya me había decidido a verla ese día y eso sería lo que haría.
Nunca había visto mis barrios y mis calles tan vacías. Siempre había gente andando en bicicleta, trotando, jugando o simplemente paseando mientras el sol bañaba sus rostros... pero esta vez el sol lanzaba unos rayos muy débiles de luz a través de las nubes que esta vez parecían "algodón desmenuzado"... Así le había escuchado decirles un par de veces a mi amada cuando las contemplaba.
Caminé en círculos, recorriendo las mismas fachadas de las casas una y otra vez... no tenía el valor de acercarme hasta su casa y ni pensar en la Plaza Vouz Aimes, porque si es que había una pequeña posibilidad de verla sería en aquella plaza que quedaba tan cerca de su casa y de la mía.
Pasaban los minutos y más estúpido y nervioso me sentía. Ella nunca iba a salir con aquel frío que depronto comenzé a sentir. Comenzé a ver mi aliento y en cualquier momento se largaba a llover. Abrí el paraguas en el momento justo en que cayeron las primeras gélidas gotas y el cielo ya estaba oscurecido. Todo fué negro en un abrir y cerrar de ojos.
Fue entonces cuando comenzé a caminar hacia la plaza de nombre francés sin esperanzas de verla... cuando divisé a una chica que parecía acongojada y estaba empapada por la lluvia. Estaba tan confundida y con la mirada clavada en el suelo que no se fijó que iba directo hacia mi. Y sin la menor intención de hacerle daño, chocamos y cayó al suelo. Al mirarla con más detenimiento me di cuenta que era la persona a la que yo tanto estaba deseando ver. ¡Ah! ¡Cómo se regocijó mi corazón! La sangre se agolpó en mis sienes y mis manos comenzaron a temblar. Tanto fue mi nerviosismo que comenzé a reir. Que mal me sentía... reirme de la chica que amaba mientras ella estaba en el suelo mojado en medio de la noche y encojida de frío. Le estreché la mano, estaba congelada. La ayudé a levantarse y le dije
- Pero... ¡Qué haces aquí! -
-¿Cómo se te ocurre salir cuando está anunciado lluvia y grados bajo cero? ¿Quiere resfriarte? ¡Jajaja! Ven...
Y puse mi paraguas sobre ella... su mirada parecía agradecerme.
Fue cuando le dije - ¿Bueno y? No piensas decirme que hacías aquí... - Aunque no esperaba una respuesta, ella contestó como leyendo mis pensamientos - Podría hacerte la misma pregunta... ¿O acaso haz venido a buscarme? -
No saben cuanto la amé en ese momento. Lo malo es que no supe como reaccionar y me sonrojé tanto que se me pasó todo el frío. De todos modos, tome su mano y dije - Y bien, ¿Vamos a tu casa o vamos a la mía?