Recuerdo casi cada detalle. En un ágil movimiento alzó la
guitarra por sobre la alargada mesa, como si pesara menos que una hoja de
papel. Quizás, siempre la sentí más pesada de lo que en realidad era, pero para
mí, hubiera sido imposible haber hecho un movimiento como ese.
En su rostro se esparcía esa larga y algo ridícula sonrisa,
cuyos motivos que de vez en cuando la hacían brotar mientras conversábamos
nunca pude descifrar. Debieran de pasar muchos meses para que me diera cuenta
de que era esa sonrisa la que me ponía los nervios de punta, la que me ponía a
decir tonterías y a sentir los brazos como fideos cuando estaba con él.
Con los ojos chispeando tras las delgadas gafas puso la mano
izquierda sobre el mástil a la altura del octavo traste y la derecha, sobre las
cuerdas delante de la caja de resonancia. Luego surgieron las delicadas y
trastornadas notas, desconocidas en ese entonces para mí, perfectamente
ejecutadas, como comprobaría después.
Mientras viajaban hasta mis oídos, de su rostro no desapareció
la cómica sonrisa ni la chispa de sus ojos. A mi lado había otra persona, pero
no recuerdo quien era, para mí en ese momento era como si ya no estuviera. La
música seguía sonando y yo la recibía con curiosidad. Sentía mucha necesidad de
reírme de la situación, debido a quien era él, quien era yo y de donde
estábamos.
De pronto su expresión cambió. Pasó de sonreír a curvar
ligeramente la boca hacia abajo y enarcó una ceja. Con una mezcla de sorpresa e
incredulidad me dijo - ¡Paranoid Android! – Casi con histeria - ¿Qué? … ¿No la
conoces? Respondí con una ligera risa y luego un <<No>> más suave
que de costumbre (Lo que se volvería un tono recurrente en conversaciones
futuras, contra mi voluntad) Hasta el momento, las notas no habían dejado de
fluir, sus manos se deslizaban como autómatas. – escúchala, es de una banda que
se llama Radiohead –
- La conozco – respondí sonriendo (y esperando que no me
preguntara nada más sobre el asunto, debido a que en ese entonces sólo conocía
una canción de ellos, <<2 + 2 = 5>> que me llamó la atención por su
título) – En serio, la canción es espectacular, la mejor canción del mundo –
Sentí ganas de reír y
no sabía esta vez precisamente por qué. Me entregó mi guitarra ágilmente de
nuevo con una mano. Yo la sostuve con ambas. Luego no recuerdo si pasó algo
digno de escribir, sólo sé que seguramente me despedí de él, como lo hacía
siempre y luego salí del laboratorio con destino a la sala de clases o a mi
casa, conversando por el pasillo con la persona que me acompañaba (si es que
seguía ahí)
Cuanta nostalgia me provocaría el pasillo que conducía a ese
laboratorio, meses más tarde cuando se convirtiera en una sala común y
corriente que serviría para albergar al exceso de alumnos provocado por la gran
idea de la nueva directora de atiborrar el colegio de gente. Que nostalgia me
trae ahora recordar ese alargado laboratorio de mesas burdeo fijadas al suelo y
fácilmente rompibles. Fría, “¡En verano no van a querer salir de acá!”, “¿Y si
juntamos plata para comprar una estufita? No es mala idea”. Con sus amplias
ventanas que daban a la calle y que por las tardes dejaban entrar suavemente el
sol de Noviembre provocándole sueño al 99% de la clase. Yo simplemente no podía
distraerme.
Podría escribir un cuaderno entero sobre todas las palabras
que hasta hoy hace eco en mi cabeza que fueron pronunciadas allí, o en la banca
frente a Inspectoría, o en el pasillo frente a los bebederos camino al Casino,
o en tantos otros lugares de aquel colegio que ya quedó en el pasado para mi
físicamente pero no en mi corazón. Me asusta extrañar así, porque sé que no es
normal y desde luego, nada correcto.
En fin, me distraje demasiado del tema principal, pero
bueno, si fueran yo, me comprenderían.
Ahora se dan cuenta aún más claramente de que cada canción
tiene su historia, para mi todas la tienen. Algunas son más tristes o
insignificantes que otras. Pero existen de todos modos. Llegué a mi casa,
descargué Paranoid Android y me obsesioné durante un par de meses. Traté de
tocarla (y la toco medianamente bien, pero jamás de la manera en la que él lo
hacía) Se la mostré a todas las posibles personas que podrían haberle gustado y
a nadie le gustó, para mi sorpresa. Así que ahora la canción es mía. Y bueno,
suya también.
Nuestra.