domingo, 14 de agosto de 2011

*o*

Necesitaba mirarte aunque fuera de lejos.

Hubiera sido un día desperdiciado en mi vida si no me cruzaba contigo...

Así que, caminando por la calle mis pensamientos fueron de a poco siendo atraídos como por un imán hacia tí.

Había salido hace ya una media hora sin rumbo, con mi grueso abrigo largo y con la mente en blanco. El sonido del tintineo de las llaves no me despertó de mi trance y vi la puerta cerrarse tras de mi. ¿A dónde demonios iba?

Me detuve medio minuto en el parque, para tomar asiento y observar el cielo. Incliné la cabeza hacia atrás y el sol refulgía débil a través de las nubes que parecían un algodón desmenuzado. Algo más lejos amenzaban oscuras, la posibilidad de una lluvia más o menos fuerte.

El parque estaba vacío a pesar de que eran apenas las 5 de la tarde. Me imaginaba que habrían niños corriendo por ahí mientras sus madres se sentaban a mirarlos con recelo de que pudieran golpearse o por lo menos uno o dos perros que se acercaran a la gente con ganas de que los acariciaran. Nadie. Ni un sólo ser excepto por los pájaros que se acurrucaban en sus nidos. Los envidié, ellos tenían algo a lo que aferrarse...



Resolvi ponerme de pie y seguir caminando aunque el frío del atardecer ya empezaba a dejarse sentir y llevaba pantalones demasiado delgados para el clima que hacía. "Deberías haberlo pensado antes ¿No es así, querida?" Cerré los ojos y descarté semejante comentario. Yo y mi mente sabíamos que al salir de casa, sólo tenía una cosa en mente.



Mis pies habían sido guiados hasta la Plaza Vous Aimez que era la que más cerca quedaba de mi casa, como a una cuadra y media... y de la tuya distaban sólo 2. Por lo que logré deducir que lo que me llevó hasta allí, fue ese deseo inconciente de mirarte.



De todos modos era un razonamiento tonto... nada me aseguraba que tú saldrías en un día tan gélido al parque, en ese preciso momento ¿Cuántas posibilidades habían de encontrarnos ahí? Miré una vez más al cielo y no me había dado cuenta de que había oscurecido ya... quizás cuanto tiempo me tarde divagando sobre el qué hacía allí. Con mis esperanzas perdidas me levanté y en aquel momento las gotas de lluvia comenzaron a bañar mi cabeza. Caían casi congeladas y trspasaban mi cráneo provocándome escalofríos, lograba ver mi aliento. "¿Cuándo demonios bajó tanto la temperatura? ¿Cuanto llevo aquí?" Eran mis preguntas mientras cruzaba mis brazos para darme algo de calor... nisiquiera sabía ya que hora era, no había traído ni celular, ni reloj... ¡Nada! ¡Ni paraguas!



Me sentí la estúpida más grande sobre el planeta y me imaginé que si me vieras ahí, moriría de verguenza. Comenzé a emprender la marcha hacia mi casa con los ojos llorosos y entrecerrados. ¡Qué idiota! Nisiquiera te vi luego de salir como un rayo de mi casa y hacia ningún lado... mal... todo mal. Las gotas de lluvia me golpeaban cada vez más fuerte y estaba empapada. Las calles y las aceras, completamente vacías.



En mi apuro, choqué con alguien y el golpe me arrojó al suelo. Con la voz temblorosa de pena dije - D-d-isculpe, Se-señor, se-señora yo... no estaba viendo por donde iba y...- En ese instante sentí el calor de una mano familiar y tu voz cálida en medio de tanto frío. - Pero... ¡Qué haces aquí! - Mientras me ayudabas a levantarme te reías suavemente de mi caida... no de forma burlesca, sinó sólo por reirte. Te miré confundida... confundidísima... quizás no me había levantado de la cama esta mañana y estaba en medio de un delirio matutino. -¿Cómo se te ocurre salir cuando está anunciado lluvia y grados bajo cero? ¿Quiere resfriarte? ¡Jajaja! Ven...- Puso su paraguas sobre mi y alfin las gotas dejaron de atacarme... eran verdaderas piedras. - ¿Bueno y? No piensas decirme que hacías aquí... - Recuperando en algo mi habla le dije - Podría hacerte la misma pregunta... ¿O acaso haz venido a buscarme? - Luego de pronunciar estas palabras mi mente hizo un corto circuito... yo jamás fui una persona a la que se le diera fácil el coqueteo o el siquiera hablar con un chico... era tremendamente tímida pero en ese momento no pensaba en nada más que en tus ojos.



Enmudeciste por un segundo, aún en la oscuridad pude verte sonrojado... tomaste mi mano y dijiste - Y bien, ¿Vamos a tu casa o vamos a la mía?

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